A las siete de la tarde, en la capilla del Rocío de Triana no cabía un alfiler. Un centenar de hermanos de la corporación llegaban para contemplar el resultado de la restauración que ha devuelto al Simpecado al origen, tal y como lo concibió Ignacio Gómez Millán y salió del taller de Caro hacia San Jacinto. Desde el pasado 15 de julio, que fue retirado del culto, la hermandad ha emprendido una laboriosa intervención multidisciplinar, donde han participado el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, el bordador Luis Miguel Garduño y la restauradora Fuensanta de la Paz Calatrava, entre otros técnicos.
Contaba el hermano mayor, José Román Carrasco, que el Simpecado se bendijo el 17 de mayo en el convento de San Jacinto. «El día antes, el hermano mayor, Carlos Astolfi, fue a recogerlo en coche de caballos, dando vivas a la Virgen y tirando cohetes», con el ambiente hostil que se vivía por aquellos últimos meses de la República. El actual hermano mayor dijo que «esta noche —por ayer—, el Simpecado ha llegado a las cinco de la mañana con rayos y truenos. Algo estaba pasando cuando a las cuatro se fue la luz en el taller de Garduño». José Román Carrasco quiso agradecer ayer a todos los que han participado en la restauración y explicó el proceso. Desde que en enero de 1.936 se decidiera encargar a Ignacio Gómez Millán el diseño de un Simpecado cargado de profunda simbología religiosa y con la particularidad de representar a la Virgen en una imagen de talla, esta insignia ha sido sometida a distintas intervenciones, pretendiendo con la realizada devolverlo al estado original que presentaba al tiempo de salir del taller de Caro. Así se quedará hasta que termine la Romería del Rocío de 2018, cuando se le volverán a colocar las joyas fijas y elementos que han sido objeto de enriquecimiento, fruto de la devoción de los hermanos y devotos de la Virgen del Rocío.
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La restauración:
El taller de Luis Miguel Garduño ha recuperado el tejido soporte original, concretamente terciopelo verde tornasolado, reintegrando sombras de roleos y remates inferiores en forma de racimos de uva, y limpiando el milanés del tondo y el resto de piezas de bordado, la paloma, los escudos. Garduño ha restituido, además, los cordones y borlas, y recompuesto las columnas salomónicas.
Por otro lado, la restauradora Fuensanta de la Paz, ha intervenido las imágenes de la Virgen y el Niño, que en su día tallara Antonio Castillo Lastrucci. Asimismo, se le ha realizado un nuevo soporte que facilite el montaje y la forma de vestir de la imagen.
El hermano mayor destacó, a su vez, la figura de Ignacio Gómez Millán. Una persona que «viniendo de una familia adinerada de arquitectos, acabó arruinado». En los conflictivos años 30, el Gobierno republicano prohibió que se impartiera religión en los colegios. «Gómez Millán creó en 1933 las Escuelas del Rocío y en el 37 fundó una asociación que aún sigue viva», y por la que se destinó ayer el dinero de la colecta.
La carta aparecida en el interior:
Durante la restauración, en el interior del Simpecado apareció una curiosa misiva firmada por la mayordomo de la época, Carmen Astolfi. En la misiva, que la leyó al completo ayer el hermano mayor, se contaba que los trabajadores del taller estaban «pletóricos» por poder trabajar en esta pieza. Asimismo, la mayordomo sabía al escribirla lo que podría significar para la historia años después, contextualizándolo con el contexto político del momento: calificando de «bicho» a por entonces presidente del gobierno, Manuel Azaña, hablando de las huelgas que se estaban produciendo y del precio del pan: «80 céntimos el kilo».
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