Sevilla cerró ayer una Semana Santa que ha dejado un regusto agridulce después de que la lluvia arruinara parte del Miércoles y Jueves Santo y dejara en blanco el Viernes, con una primera parte espléndida. Hasta catorce cofradías se quedaron sin realizar la estación de penitencia. Además de la meteorología, esta Semana Santa ha tenido otras dos claves fundamentales. Una de ellas ha sido la de la seguridad, que ha logrado que se pueda vivir en la calle sin ningún tipo de sobresaltos, sobre todo en la Madrugada que, por otro lado, volvió de poner de manifiesto la falta de público en las primeras horas. La otra clave ha sido la cuestión logística. Días como el Domingo de Ramos evidenciaron que necesitan una reforma. Y, en otras jornadas como el Lunes, Martes o la Madrugada, se cumplió aquello de que si las cofradías quieren, se pueden arreglar los problemas de desbordamiento por el crecimiento de los cortejos.
Cronológicamente, habría que empezar por las vísperas. Estas hermandades han logrado que estos días no sólo sean un aperitivo, sino que han logrado que los sevillanos se muevan barrio a barrio para disfrutar de su personalidad, cada una con la idiosincrasia particular de cada de cada zona.
El Domingo de Ramos fue brillante. Hizo calor y la ciudad se echó a la calle en las horas centrales del día. La jornada inaugural de la Carrera Oficial es la prueba de fuego del dispositivo de seguridad, que este año de nuevo ha sido un gran éxito, ya que no ha habido incidentes. Sin embargo, a esta jornada le estallan las costuras. Las últimas sufren retrasos insoportables que las obligan a acelerar los regresos para no hacer más penosa las estaciones de penitencia para sus nazarenos. El conteo arreglará el reparto de tiempos, pero hace falta una reestructuración que ayude a solventar los terribles parones.
Todo lo contrario le ocurre al Lunes Santo, un día que está medido en tiempo y formas. Una jornada que tiene dos partes, una popular y otra austera, que forman un todo extraordinario. Pese a los problemas de logística de otros años, el Lunes cuadró los horarios pese a que las cofradías que lo integran no paran de crecer. Hay compromiso en esta jornada que, quizás, deberá resolver el único problema que la acucia: el intempestivo horario del Museo, ya que no es de recibo que una cofradía salga a las diez de la noche en un día laborable.
El éxito del Martes Santo:
Después de los ríos de tinta que han corrido sobre el Martes Santo, el compromiso de todas las cofradías puso de manifiesto que el plan propuesto por el Consejo no era inviable. Estas hermandades hicieron un esfuerzo extra (el mismo que en 2017 y 2018) porque el día resultara espléndido. Sólo una hermandad, San Esteban, se vio afectada por la nueva estructura. Salió excesivamente temprano, cruzó la Carrera Oficial sin público y su cruz de guía entró de día. Hubo padres que aplaudieron este nuevo horario pero, internamente, desde la corporación ha habido quejas. Para el año que viene este asunto habría que resolverlo buscándole un acomodo. Pero hay que partir de la premisa de que esta cofradía pudo acelerar el ritmo a la ida (fue muy lenta, ya que su cruz de guía se plantó en la calle Tetuán una hora antes de pedir la venia) y pausarlo a la vuelta (cuando llegó a ir hasta más rápido que en el camino hacia la Campana). Por otro lado, está el hecho de pasar sola por el recorrido oficial, algo que lleva haciendo el Cerro 30 años.
El Miércoles fue la jornada más difícil para tomar decisiones. La lluvia se preveía para las últimas horas de la tarde. La Sed y San Bernardo hicieron un esfuerzo inmenso y entraron con horas de antelación. El Carmen, sufrió una decisión errónea y estuvo hasta cinco horas encerrada en la Catedral. El Buen Fin, la Lanzada y el Baratillo se refugiaron y volvieron. Las Siete Palabras tuvo de regresar sin llegar a la Catedral y los Panaderos y el Cristo de Burgos no llegaron a salir.
El Jueves Santo llegó la gran tormenta: granizo e incluso inundaciones en algunas partes de la ciudad, que obligó a suspender la salida a las cuatro primeras. El tiempo se arregló, y permitió que las tres últimas hicieran su estación de penitencia con normalidad. Así permaneció durante la Madrugada, cuando el riesgo de lluvia comenzaba a media mañana. Por eso, las cofradías de capa aceleraron sus regresos. Fue extraordinaria en cuanto a la logística y, también, porque que no ocurrió nada, que ya es mucho. Sin embargo, en las primeras horas de la noche se notaron demasiados huecos. Sevilla debe recuperar su jornada más emblemática. Y esto no ha sido por este año, cuando se conoció el asunto del presunto yihadista. Eso algo que lleva arrastrando la Semana Santa desde hace algunos años motivado por el tipo de público que llena las calles.
El Viernes Santo fue la jornada más triste, ya que se quedó en blanco por la lluvia constante. Y, ya el Sábado Santo y el Domingo de Resurrección, se recuperó la normalidad, jornadas para el disfrute familiar y de los turistas, que llenaron los hoteles durante el puente, pese a las malas previsiones meteorológicas.
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